16 de enero de 2011

Una dosis de egocentrismo


Es curioso como la gran mayoría de las personas se sienten movidas a agradecer todo aquello que haces por ellas, por mínimos detalles que sean. Cada uno a su manera, ya sean pequeños gestos o grandes sorpresas. Pero todos son egoístas, lo quieran o no. Todos consiguen ser egocéntricos y mirar para sí mismos en algún momento. Paran el mundo que gira a su alrededor en medio de su ombligo, lo cogen con dos dedos y lo observan con menosprecio. Y ahí, justo hacia donde apunta su mirada, estoy yo. En el centro de un bucle sin fin en el que no sé exactamente cómo he llegado a parar. Pero todo tiene su explicación, y es que no tengo el suficiente valor como para enfrentarme a mí misma. Desconozco cada parte de mi interior y me da pánico rebuscar por lo que pueda encontrarme. Por eso para entenderme yo misma, primero tengo que dejar que me entiendan, hacer como una esponja y absorber todo lo bueno y lo malo de los demás. Olvidarme de mí mientras los demás estén bien.
El problema es que todo tiene un límte y, aunque yo todavía no haya conseguido encontrar el mío, algún día probablemente estalle. O quizás no, quién sabe. Últimamente soy muy dada a aferrarme a todo lo que consigue hacerme sonreír para así olvidarme de lo que me mata por dentro. La gente que me rodea me mira con caras de asombro o espanto, a veces incluso pena. Sienten que he escogido el camino equivocado, y quizás no estén tan confundidos, pero nunca me ha gustado tener una ruta establecida. Hace ya mucho tiempo que me perdí y dudo que pueda llegar a encontrarme del todo. Pero es divertido deambular por entre las vidas de la gente como si fueran la tuya misma. Es divertido, y me hace feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario