Cuando las paredes de tu casa echan chispas y todo se convierte en un infierno, es mejor hacer un parón emocional. Un parón que te permita reflexionar, entender, aprender y conocer lo necesario que es sonreír las veinticuatro horas del día.
Una vez que hayas conseguido aprender todo eso, vuelve a latir, corazón. Y aquí estamos de nuevo.
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