18 de marzo de 2011

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Si en dieciséis años no has conseguido entenderme, deja de intentarlo, no lo vas a conseguir. Soy más compleja de lo que te crees, y es esa simple diferencia la que me hace darme cuenta de que me niego rotundamente a ser como tú. No quiero. Me repugna la idea de pasarme la vida criticando, aun sabiendo que soy injusta al pensarlo, pero no puedo evitarlo. No puedo evitar mirarte y saber que no te quiero tanto como debería. No puedo evitar gritarte ni enfadarme contigo, porque soy la cara opuesta de tu moneda, y no me dejo perder tan fácilmente. He sido tu caballo durante todo este tiempo, pero es hora de que dejes de ser el jinete. Ya no te necesito. No tanto como tú quisieras. A veces me gustaría que pudieras ser tan sólo la mitad de lo que eres, que no tuviera que mirarte de dos maneras diferentes para intentar entenderte. Me duele ver cómo todo el mundo te conoce mucho mejor que yo, y te quieren, te aprecian, y yo no puedo. Pero no es porque no lo intente. A lo mejor, simplemente, este no es mi sitio adecuado. A lo mejor me presenté en el lugar y momento inoportunos cuando tú más creías que me necesitabas. A lo mejor soy solo un error demasiado difícil de corregir.
Pero, desgraciadamente, prefiero ser una mediocre, mentirosa, infantil, inmadura, cínica y toda esa lista de adjetivos con los que me adulas antes que tener la ambición de algo a lo que ni siquiera pretendo llegar.
Y hoy, precisamente hoy, es uno de los peores días para pensarlo. Pero no puedo evitarlo.

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